Los fiordos patagónicos (11 min read)

NOTA: Post largo, me tardé como 4 días en escribirlo, espero lo disfruten.

Hace poco me di cuenta que nunca había estado, como tantas veces lo había dicho “en medio de la nada” y menos… varado allí.

fin carretera panamericana Tras más de mes y medio de viaje, llegué a Ushuaia y con eso cumplí el propósito del viaje y sueño desde casi la infancia. Bueno, con un twist extra que era: estando allí mentarle la madre a todos los que estuvieran más al norte que yo (menos a la buena banda de amigos) y de una sola abrocharme a, literalmente, todo el mundo (spoiler: lo logré).
De Ushuaia simple y sencillamente no pude salir a Buenos Aires y conectar un vuelo que tenía para llegar a Brasil (mala planeación y una pizca de mi acostumbrada mala suerte) y encontrarme allá, al ritmo de samba con varios grandes amigos. La situación era jodida por muchos lados: muy poco dinero en efectivo, la tarjeta de crédito que traía estaba esperando un reembolso que nomás no llegaba y yo… en el fin del mundo. Aquí el recorrido no era en papel sobre el mapa como tantas veces lo había simulado cuando intentaba planear el viaje sentado cómodamente en mi casa. No. Estaba física y casi económicamente varado en casa de la chingada.
A estas alturas del viaje llevaba varias semanas viajando con una holandesa. Eramos, mutuamente, las primeras personas que nos encontrábamos que no nos tachábamos de idiotas* por querer ir hacia el sur en invierno, por lo que hicimos equipo inmediatamente. Y así, allí, estábamos en situaciones muy similares.
Holandesa– Mira, hay un ferry que te lleva de Puerto Natales a Puerto Montt.
Beco– Sí, el Navimag.
H– Ok, puedo pagar con mi tarjeta los boletos para los dos y me vas pagando poco a poco y cuando te hagan los reembolsos, lo que falte, ¿te parece? Así nos acercamos yo a Santiago y tú a Buenos Aires –de donde salían los respectivos vuelos de regreso.
B– Por mí, excelente, sólo que no nos va a alcanzar para llegar a Puerto Natales.
H– Pues… nos vamos de aventón.

Y así fue. Como de Ushuaia todos los caminos van hacia el norte, cualquiera nos servía. En tres días tras dos trailers, una camioneta y un autobús, los casi mil kilómetros que separan Ushuaia de Puerto Natales con poco más de 30 dólares (entre los dos), un par de cajetillas de cigarros, un mazo de cartas menos de los que necesitábamos y la compartida extraña sensación de dejar atrás (o al sur) el fin del mundo. El camino fue raro, hay como 300kms de terracería (o ripio como allá le dicen), 4 pasos fronterizos (en uno casi pierdo el pasaporte), dos aduanas, un cuasi-pueblo llamado San Sebastián que tiene una hostería (y de milagro luz eléctrica) y la entrada al continente tras pasar el Estrecho de Magallanes.

en el trailer rumbo al norte

En o de Punta Arenas hay poco que decir, una muy buena cena, un hostal embrujado que me odió con toda su alma y poco más.

Puerto Natales es completamente otra historia, se debe contar aparte; las fiestas, el baile que me enjaretaron con una vieja más fea que Susan Boyle, las cervezas gratis, las invitaciones a asados y simple y sencillamente uno de los lugares más increíbles que he visto en mi vida: el parque nacional de las torres del Paine.

salto el grande

torres del paine
icebergs
lago grey

Pero a lo que va este post, es que de aquí salía nuestro ferry a Puerto Montt, unos 1,600kms que originalmente se recorren en 4 días de camino entre fiordos, golfos, pecios (en particular se me hizo irónico el del buque Leónidas), mar abierto y sobra decir que unos paisajes de puta madre increíbles.


Línea roja: aventón; Línea azul: ferry

Resulta que la empresa Navimag ofrece el servicio de transporte de transporte (ferry de carga), pero desde hace algunos años, cuando empezó a ser común que mochileros pidieran (y se les concediera) permiso para armar casas de campaña en las cubiertas de los dos ferrys, el Evangelistas y el Puerto Edén, durante los trayectos ya fuera hacia o desde Puerto Montt al sur, decidieron abrir espacios para turistas. Y así fue como conseguimos nuestros boletos para el ferry Puerto Edén. Dos boletos en cabina CC (16 literas con baño compartido), hostal/economic mode on.

El ferry, un rompehielo finlandés, ahora navegando con bandera chilena, de unos 120 metros de eslora tiene cabida para unos 140 pasajeros, pero para nuestra sorpresa sólo embarcamos unos 12 (íbamos en invierno = no atasques de turistas (ni japoneses!!!)), por lo que la empresa, para ganarse un buen lugar en al menos mi corazón, a todos, por parejas nos cambió a las mejores cabinas (I ♥ Navimag). En la cubiertas bajas iban trailers y en la exterior llevaban un Atos amarrado(WTF?!?!), un camión lleno de caballos y dos llenos de vacas, víctimas potenciales de nuestros antojos de asado en el caso que nos amotináramos que a la mera hora no pasó, ni el motín ni el asado, pues la comida (incluída en el precio del pasaje) era si no la mejor, suficientemente buena y vasta.

He de decir que en el mar la vida no sólo es más sabrosa, sino completamente diferente. Entre otras sorpresas de este barco es que los pasajeros pueden entrar a cualquier hora al puente de mando, paraíso total para alguien como yo. La tripulación era la mar de amable, contestaban cuanta pregunta se les hacía, te mostraban cómo funcionaba todo, entendí la diferencia de mediciones entre una brújula y el norte magnético, los radares eran mucho más interesantes que ver una película. Me tocó estar en el puente para ver varias maniobras importantes como el paso por el Canal White, el paso por cierto canal que tenía como mínima profundidad sólo 3 metros más que el calado del barco (profundiad del punto más hondo del barco, generalmente la quilla) o ver toda la impresionante maniobra que es el adelantamiento de un barco (el Southern, un buque tanque impresionante). Tenía la sensación de que si desembarcando presentaba un examen para conseguir el rango de Piloto, lo sacaba sin problemas, pero en ese momento preferimos irnos, siendo más realistas, por unas chelas.

El problema fue que cuando estábamos a punto de llegar al golfo de penas, el parte del tiempo, patrocinado por el faro de San Pedro era “mar muy gruesa a arbolada” (aquí la escala) o sea, olas de 4 a 9 metros de altura, nomás… Por lo que el Capitán decidió (agradecido por casi todos los no-marineros que viajábamos en el barco) hacer puerto mientras mejoraban las condiciones.

Hacer puerto no es necesariamente llegar a alguna ciudad en específico, sino sencillamente buscar resguardo ya sea entre canales, entrar a alguna bahía o boca, o definitivamente llegar alguna ciudad. Y así fue como llegamos a un estrecho final del Canal Martínez al norte de la isla Merino Jarpa, muy cerca de una isla con un muy buen nombre.

proa hacia el canal «white»
oh captain my captain
isla merino jarpa

Y allí estábamos, en lo que tantas veces mencionamos y ahora sé lo que es: varados en medio La Nada. De aquí no había forma humana de salir, no se podía rentar un coche, no se podía cambiar un vuelo, no había autobuses, no había forma de avisar, nada. Estábamos allí y punto. Una de las tantas formas en que la situación me lo recalcaba es por ejemplo, cada vez que escribo algo en las notas del viaje, escribo la fecha y el lugar donde estoy escribiendo, aquí tuve que subir al puente y preguntar latitud y longitud (mega geek, pero me vale madres). Estábamos exactamente a 47º 46.069S 74º 00.433W, desde donde según uno de los pilotos, la televisión prendida más cercana estaba al menos a 90 kilómetros.


View Larger Map (Hacer mapa hacia arriba)

El mar en este lugar era casi como espejo, los picos nevados, la neblina y las bocas al mar… Alguna vez conté 36 caídas de agua en los cerros, a la mañana del día siguiente 39 y en la tarde sólo 32. No es que las perdiera de vista, sino que cambiaban de curso, se unían o aparecían más.

Sin teléfono, sin internet, sin comunicación. El tiempo se iba leyendo, jugando cartas, acabándose el tabaco, vaciando botellas de vino o sólo echando el chal entre la banda. Eso sí, al estar en la confluencia de tres canales, los vientos eran además de impredecibles, fuertísimos (sic no sólo me gusta más, sino ya me vi que también es correcto), por lo que estar en las cubiertas exteriores no era tan cómodo. Durante las más de 40 horas que estuvimos haciendo puerto se perdieron vuelos, reservaciones y compromisos en tierra firme para los que era completamente imposible notificar a nadie, lo chingón de todo es que a nadie le importó en mayor medida, la actitud era la de una muy buena fiesta. Todos, tanto la tripulación como los pasajeros coincidíamos en el comedor platicando, echando la chela (sólo los pasajeros). Con los suizos planeamos negocios (no es broma, algún día platicaré del Chikimiki del mar o de las catas de whisky), con los brasileños planeamos viajes, con los australianos… a los australianos nomás no les entendimos. Se acababan de encontrar a los mineros chilenos con vida, por lo que era un tema recurrente. Alguna vez se me acercó un oficial del barco a decirme que era el ijueputa más hijo de puta que había conocido en muchos años, pudo ser.

dutchie and swissies canales

Anécdota aparte fue cuando entre varios nos acercamos al capitán para intentar convencerlo de que nos dejara entrar al cuarto de máquinas, a lo que contra todo pronóstico aceptó. Fuimos los primeros turistas que entrábamos al cuarto de máquinas en 6 años. Y allí me encontré casi lo mismo que uno se encontraba debajo del cofre de mi chevy: dos máquinas de 6,000 caballos de fuerza, cada una que gastaban entre 14 y 15 toneladas diarias de combustible, para conseguir un giro máximo de sólo 375 RPM. Sí, definitivamente igualito al chevy.

Pero bien, aquí fue al revés: tras la calma, llegó la tempestad. Salimos al Golfo de Penas, aunque el mar ya no era como el de hacía dos días, las olas eran de entre 4 y 8 metros, suficientemente grandes para en algún mal salto del barco mandar una de las vacas fuera de borda, por ejemplo (literalmente pasó). Con sabios consejos de la tripulación como “caminen como si fueran esquiando, eviten tener las rodillas rectas“, “cuando vomiten –que les va a pasar– si les toca estar en cubierta procuren que sea por la borda y a sotaviento” (a favor del viento) o “mejor que el Dramamine es el chocolate, aprieta el estómago y evita que se sientan mal“. Con este mar hubo vidrios rotos, uno que otro moretón entre los pasajeros, el barco se balanceaba hasta casi 25º de cada lado y lo que algunos hicieron fue hacer espacio en una de las cubiertas y jugar sobre sillones al “sube-y-baja” de lado a lado del barco, muy cagado. Alguna vez me desperté porque en la caída de las olas perdí piso (o cama).

mar grueso

Eso sí, cuando unas horas antes de llegar a Puerto Montt empezó a aparecer señal de celular, a algún celular llegaron (llevábamos más de 6 días sin comunicación) más de 15 SMSs con mensajes cuyo tono iba en aumento para terminar con uno que decía algo como “please at least send any sign of life”.

Y así llegamos a Puerto Montt con 44 horas de retraso pero una experiencia… priceless como diría correctamente la tarjeta que tantas broncas me dio.

estrecho de Magallanes, y más al fondo, Argentina continental.
Letrero donde termina la carretera Austral en Tierra del Fuego. Al fondo de la imagen se alcanza a ver el estrecho de Magallanes, y más al fondo, Argentina continental.

Recomiendo la historia cercana: no contaba con mi playera, también sucedida en Ushuaia.

* Aunque resultamos ser lo suficientemente idiotas para tomar las decisiones más idem y así ir haciendo el mejor viaje de mi vida.


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22 thoughts on “Los fiordos patagónicos”

  1. Lo lei en la mañana y me puso de muy buen animo, da gusto leer historias como estas, le dan a uno la esperanza que aun hay aventuras mas alla de las “redes sociales”

  2. Medio me quedaba claro que las había, era cuestión de imaginarlas, pero esta se fue mucho más allá de cualquier cosa que hubiera podido imaginar. Recordar estos días es super chingón y al mismo tiempo algo nostalgioso. Habrá que buscar más!!!
    Saludos mi buen!

  3. Debió ser una enorme experiencia. Disfruté mucho el leer el post, ya que me emociona escuchar historias.
    Es increíble el cómo en zonas taaan remotas tambien hay gente igual que nosotros, viviendo sus vidas 😛
    Saludos beco.

  4. Una historia preciosa, para los que no podemos viajar ni conocer por uno mismo esos lugares tan maravillosos leer este post ha sido como estar por ahi viajando.

  5. Post muy largo de verdad. Pero me encantó. Vaya experiencias que has hecho en este viaje. Yo, como soy de Europa, a lo mejor nunca tendré la posibilidad de ver todos estes paisajes maravillosos.

  6. Excelente imágenes, típicas de argentina, soy de venezuela y tenemos muy buenos paisajes en canaima y entre los lugares que me gustaría conocer está argentina, felicidades y éxitos

  7. Pingback: Pursuit at b3co

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