El día que cruzamos el Yukon a pie (5 min read)

Decidimos no manejar la parte más polar del viaje. Transitar la Dalton Highway implicaba más retos y riesgos de los que queríamos enfrentar: traer, saber operar y conocer los códigos de comunicación en inglés (aunque parecidos al español, varían) un radio CB; enfrentarnos con camiones circulando como bólidos en sentido contrario, asumiendo, además, que iríamos sobre una carretera parte terracería, parte pavimento casi completamente congelada; tormentas de nieve que impedían ver más allá de 10 metros o te hacen perder la perspectiva aún a plena luz del día. Incluso, los bancos de nieve pueden ser tan altos, que cubren los aludes laterales de la carretera, y perder piso manejando literalmente puede ser, cuando menos una molestia que te haga perder el día entero, cuando más… a -25°C…
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Contratamos un servicio completo (transporte, hospedaje, comidas y vuelo de regreso) con Northern Alaska Tour Company (página piterísima; inversamente proporcional a la calidad en el servicio), el operador más fuerte de la zona, y posiblemente el único en invierno. Y tuvimos la suerte que el chofer, Tony, era un tipazo. Gran conocedor de la ruta y sus secretos, que además tenía una gran plática.
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La ruta va siempre paralela a la trans-Alaska pipeline; una impresionante obra de ingeniería que sirve para bombear el petróleo extraído desde Prudhoe Bay hasta el sur del estado para su transportación hacia los estados adyacentes¹. La historia reciente del estado de Alaska está sumamente ligada a esta obra, desde su construcción en los 60’s hasta su actual operación de cuyo flujo depende una muy buena parte de la producción norteamericana de petróleo. Un dato curioso es que durante la construcción de ésta (considerada la segunda fiebre del oro [negro] del estado), muchas familias de Estados Unidos emigraron hacia Alaska, y para ahorrar de varias formas, compraban autobuses escolares en desuso, los transformabas en casas rodantes y en ellos llegaban, tras cruzar Canadá, a Alaska. De allí viene el famoso autobús casa (y tumba) de Alexander Supertramp, protagonista de la película biográfica Into the Wild (2007).


El día empezó temprano en Fairbanks al lado del aeropuerto más grande (hay 4 en la ciudad), y tomamos inmediatamente dirección norte. ¿Cómo puedes empezar el día cuando sabes que en unas horas llegarás al Polo Norte? Y no sólo eso, la ruta tenía programadas, en total, tres paradas: la entrada a la Dalton Highway, el río Yukon y para acabar el día, la cereza en el pastel: la entrada al Círculo Polar; cada una más importante que la anterior.
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Antes de que se pudieran construir los puentes, los camiones –de la misma obra– sólo podían cruzar en invierno, cuando los ríos están cubiertos por una capa de hielo de hasta 3 metros. Hoy en día ya no es necesario, los puentes son imponentes y cuidadosamente mantenidos… pero es posible cruzar ríos a pie en esta época del año.

Fue en la estación Yukon, donde conocí a Josh y su madre. Artesanos, cazadores y fortuitos guías turísticos. Durante buena parte del invierno habitan una pequeña choza al lado del río, a donde bajan de su cabaña en la montaña cuando el invierno es más rudo. Venden artesanía hecha con madera y rentan su snowmobile a los chinos que les urge tomarse fotos en ella (y voltearla si se puede)² quien quiera dar una vuelta sobre el río congelado.

De trato amable, aunque ante todo, paradójicamente poco habituados a los visitantes; intentan hacerte conversación de lo que se pueda. Con un inglés muy acentuado y cerrado, me llegó a costar trabajo entenderles en algún momento. Me invitaron a su choza/tienda a mostrarme sus artesanías e invitarme, que cuando quisiera, a ir a la cabaña pues venía la época de caza. Fue allí donde caí completamente en cuenta que la vida en el campo allá es realmente otra cosa. Es más, mira –me dijo– este lobo casi me mata. Y sacó una piel de lobo. Estaba colgando para secar la carne de un alce que había cazado en la mañana, cuando me volteé y lo tenía casi encima de mí –contaba–, sólo lo veía a él pero sabía que la manada me tenía rodeado, menos mal tenía a Eloise³ al lado y I got him before he got me, era él o yo, ahora… aquí está –y lo mostraba con un orgullo impresionante.
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Adentrarse hacia el norte en Alaska había resultado hasta ese momento, una aventura mucho mayor a lo que jamás habíamos esperado. El sólo transportarse entre dos puntos era un reto que en cualquier otro viaje jamás hubiéramos siquiera considerado, pero estábamos allí, en el Yukon, a menos de 150 kilómetros de uno de mis sueños de viaje –otrora– más guajiros: el círculo polar.
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El círculo polar es una historia que merece ser contada aparte.


Notas:

1: Alaska también es, estrictamente hablando, un “estado continental” a diferencia de Hawaii, por lo que para referirse a los otros 48 estados, en Alaska se les llama “estados adyacentes (entre sí)”
2: lo vi, en serio lo vi. Tan necesitados del selfie que jodían a quien quisieran por tener su foto. Y sí, un wey de nacionalidad china volteó una moto de nieve en pleno plano.
3: nunca supe si Eloise era su pistola, escopeta o rifle, pero era un arma de fuego.


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3 thoughts on “El día que cruzamos el Yukon a pie”

  1. Simplemente decir que me ha entrado una grandísima envidia… 😀
    Coincido, puede haber ahí historia para un libro.
    Salu2 desde España.

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