Artículo publicado en la edición de octubre 2012 de Architectural Digest México, ver disclaimer a la sección publicaciones.
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Los colores, formas y texturas simbolizan y representan los valores de una cultura, por ello son parte fundamental de la esencia de un país. Si esto es válido en cualquier lugar, en Marruecos se consuma de manera extraordinaria.
Siempre es arriesgado describir una cultura vasta en manifestaciones artísticas y con tan rica historia en breves palabras, sin embargo, puedo empezar definiendo Marruecos como una explosión de sensaciones. Este arrebato se ejemplifica a la perfección cada vez que uno se adentra entre los innumerables mercados, palacios, talleres y callejones de sus medinas, lugares aparentemente vivos que exaltan la historia y tradiciones de cada ciudad, lo que les provoca desbordar personalidad y voluntad propia.
Podría resultar abrumador a la vez que interesante reseñar la experiencia sensorial que el visitante vive en tan sólo instantes: percibir el aroma de un vendedor ambulante quemando una muestra de especias, ser testigo del trajín de los artesanos trabajando el cobre, de las negociaciones o de los regateos de comerciantes comprando mercancía mientras se disfruta calmadamente un típico té de menta sentado mirando, por ejemplo, la puerta de la mezquita más cercana, magistralmente labrada en madera con incrustaciones de nácar -pieza de marquetería digna de pocos museos-.
Encontrar alguna lógica dentro del laberinto que es una medina es tarea compleja, pero enriquecedora en cada paso del camino que lleva al exquisito y caótico sabor marroquí.
El corazón religioso y social es, como en cualquier pueblo de El Maghreb, la mezquita. Alrededor de ésta es común encontrar los extraordinarios trazos que esbozan un hamam (baño de vapor), madraza (escuela coránica) y una fuente de agua potable. A partir de estos núcleos, la medina se va tejiendo hacia los centros económicos como los folclóricos mercados y barrios de artesanos hasta finalizar en la muralla que originalmente cercaba la ciudad.
Entre las construcciones más emblemáticas como las mezquitas, escuelas y palacios, se encuentran las más importantes e innovadoras obras de arquitectura y decoración, permeando poco a poco los diferentes estratos sociales y regiones de Marruecos. Las texturas que recubren los interiores, desde el suelo hasta el último enclave de estos edificios -obras de los más grandes y reconocidos maestros de cada época- son para perderse en el tiempo y admirarlos. El uso particular que los marroquíes han hecho del color, y que alguna vez fascinó a pintores como Fortuny, Matisse o Delacroix, hoy continúa seduciendo a todo aquel que lo contempla. Cada arte deja lo mejor de sí empleando un sinfín de materiales como lienzo, ya sea en madera, estuco, mosaicos o, incluso, jardines. Muros o pisos finamente detallados, como en todo el país, son una pieza individual en los inmuebles, los cuales estallan en color, formas y texturas.
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Estupendas fotos de marruecos, son impresionantes, enhorabuena!
unas fotos maravillosas, me encanta Marruecos!