Muchísima gente considera que prestar libros es la mayor pendejada del planeta, y aunque en muchas ocasiones puede que sea cierto, no estoy de acuerdo. A la mayoría de gente que me pide un libro prestado, o si recomiendo alguno y lo tengo a la mano… le presto el libro.
Siempre he creído que una de las mejores partes de un viaje se vive a posteriori; cuando tus recomendaciones de tal o cual lugar le sirven y gustan a alguien más. Más aún, coincidir después con quien haya viajado al mismo lugar que tú y hablar –largo y tendido– de ese lugar.
Algo muy similar pasa con los libros.
Si cada libro leído es una vida vivida, qué cosa más chingona es compartir experiencias con gente que haya vivido lo mismo que tú, ¿no? Más si esta persona es alguien en quien no sólo confías, sino… te gusta como ve, como piensa, como viaja, como vive.
Para mí el truco radica en La Lista Negra™, una detallada lista en una libreta específicamente dedicada a esto (una Moleskine Book Journal) con:
Título del Libro
Nombre — fecha de préstamo — fecha de devolución
Nombre — fecha de préstamo —
Nunca (im)pongo fecha de devolución; hay gente que regresa libros al mes, otros –por tantas cuestiones– puede tardar años, y está cool. Pero esto garantiza que cuando coincida con muchos de ellos en la ciudad donde viven, hay chelas épicas garantizadas.
Ciertamente he perdido libros en manos de gente cuya alma espero arda en el infierno. La nota que le hago a la vida es que me costó un libro conocer a alguien con quien no me interesa volver a tratar. 📖. Fin.
Es emocionante compartir libros, a pesar de correr en algunos casos de no verlos de vuelta porque olvidas a quien se lo prestaste –me ha pasado mas de una ocasión esto ultimo. Lo que hago cuando no quiero prestar un libro que me gusto mucho, es que compro una copia de este y lo regalo. Eso me hace pensar que esa persona puede encontrar en ese libro algo que tampoco quiera dejarlo ir. Saludos.