Mis dos abuelos eran médicos, muy amigos entre entre sí y, aunque con especialidades diferentes –uno cardiólogo y otro otorrinolaringólogo–, su carrera profesional era muy similar: más allá de sus prácticas y servicio social (en Oaxaca y Sinaloa, respectivamente), fueron profesores en la Facultad de Medicina en la UNAM, en medicina del seguro y ambos tenían una práctica privada relativamente conocida y apreciada en su tiempo.
Siempre he sido consciente de la increíble fortuna de haberme vuelto amigo de ambos, de haber aprovechado las largas pláticas, a veces con whiskys y cubas (y vodka) en el portal de la casa muertos de risa, o de las serias –pero cariñosas– llamadas de atención.
Recuerdo que, aunque pocas veces los vi juntos, se mencionaban mutuamente con bastante frecuencia y, de entre tantas, hay una frase que tengo taladrada en la memoria: «mira mijito, la regla era clara: jamás se le cobraba –consulta ni procedimientos– a los hijos, padres, hermanos o esposos de colegas (médicos), ni a los curas o monjas, y menos, jamás… a quien no pudiera pagar la consulta, fuera en el hospital o en el consultorio. Y en estos casos, hasta intentábamos ayudarles con las medicinas». “No mames, ¿pues a quién sí le cobrabas?” pensaba a veces.
El tiempo pasó, ambos murieron y con el tiempo muchas de sus pertenencias me fueron llegando. Muebles, cuadros, libros y libretas que están, en este momento, por todo mi departamento. Me he encontrado con varias cosas nuevas durante los años; desde un mensaje oculto en un cuadro, notas al pie de artículos de periódico recortados, fotos anotadas entre tantas otras cosas más. Toparme inesperadamente con la caligrafía de uno u otro, es un inesperado pero muy cálido abrazo a la distancia.
Fue recientemente que abrí por primera vez un libro con un título raro (“Del Río”) y cayó una ficha escrita a mano, que a pesar del pudor y discreción propios de cualquiera de mis abuelos, me permito transcribir y publicar:
Respetable Dr. Humberto Alcocer¹:
Estimado doctor de toda mi estimación y gratitud; hace más de dos años que me quedé sin trabajo y como no tengo familiares, me recogieron las madres con las que me eduqué y trabaje, pero viviendo muy lejos hasta Cd. López Mateos, aquí en Atizapán así que como no salgo a ninguna parte porque estamos en el cerro, yo sola no puedo bajar, por lo tanto no le compré a Ud. regalito y le ruego con todo corazón me acepte Ud. esta pequeñez de $200.- que para tan grandes caridades que me ha hecho Ud. en tantos años no le pago ni con mi vida. Pero Dios le tiene que premiar su caridad porque así se lo pido todos los días.
Su S.S. Ma. del Carmen Jimenez
Este es el caso puntual de uno de mis abuelos; en realidad de los dos, pero más allá de eso, es la actitud y práctica cotidiana de miles y miles de médicos de este país. No de todos, hablando con propiedad numérica, pero sí de un porcentaje altísimo de quienes por vocación, ejercen esta tan mal pagada profesión.
Tenía este post guardado en el tintero hasta que oí a cierto señor de (muy) pocas luces que, inexplicablemente, tiene una hora diaria en cadena nacional, intentar hacer un chiste sobre el interés monetario antes que el bienestar integral de sus pacientes. No lo cito por decoro (propio y ajeno), pero dejo la liga a quien sí lo hizo.
Como nieto, amigo, sobrino, paciente, colega, primo, cuñado, compañero de dominó (y de fiestas maratónicas e inolvidables) y pareja de médicos: cómo me gustaría mentarle la madre, pero bien, me lo ahorro…
Gracias a Guillermo García Alcocer, también nieto del Dr. Alcocer (si el cabecita de algodón lee esto, le transcribo: primo mío), por sus anotaciones y observaciones 🙂
NOTAS:
1: el actual secretario de Salud, Jorge Alcocer, no tiene relación familiar alguna con la familia Alcocer de quien escribe y a quien se cita en este artículo.
2: intentaría elaborar una ofensa más fina para no caer en la forma fácil, pero, a pesar de que jamás leerás esto, me queda claro que no entenderías, sin, siquiera, haberlo escrito en inglés.
Comparto al 100 tu opinión!! Mi Papá es doctor chapado a la antigua! Con todo lo ateo que es en su vida le ha cobrado a las monjas( que cada año mandan tamales y dulces en Día de muertos) o a los niños de caritas o a sus colegas. Me revienta la bilis el asshole que habla en cadena nacional. But as usual just repeat… this too shall pass! (Maybe as hurtful as a kidney stone, but it will)