En Madrid, en la calle de San Vicente de Ferrer en Malasaña hay un bar increíble: el “Maderfaker, jazz funk club“. Dentro de la gran oferta de la zona, el lugar sobresale de entre los bares pequeños; los precios son promedio, la música es increíble y el servicio es excelente. Hay días en que toda la música es de acetatos (hay varios bares por allá que es muy común, como el Mercurio casi al lado, el Karma en Barcelona que yo recuerde pero hay muchos más), lo que le da un toque bastante más chido, haciendo ahínco en la música funk-negra.

El gran chiste de este lugar, casi invisible al que no ponga atención, es que lo lleva una sola persona. O sea: sirve, limpia, recoge, pone música (acetatos y tornamesa, ojo), cobra y mantiene el orden al mismo tiempo, todos los días que abre de 10pm a 3am en promedio. Esto lo comentamos varias veces ludita, mark y yo, bar-tender digno de admiración, el bartender más polifacético que había conocido.
Hasta este sábado pasado.
Llevaba todo el día manejando por la sierra gorda queretana tomando fotos, subiendo cerros, peleándome con Jeeperos* ardidos, sólo quería llegar a alguna parte. Calculé mal y tardé una hora más de lo que esperaba en llegar a Jalpan, con el temor de no encontrar hotel ni bar/cantina abiertos (uno, cualquiera de los dos era indispensable). El chiste es que encontré abiertos ambos, de hecho, terminé en el bar del hotel donde me acababa de registrar. Definitivamente no era un lugar que hubiera escogido de haber tenido opción, pero tras recorrer un rato el centro del pueblo, me dí cuenta que era el único bar abierto y así terminé en el “(Karaoke-)Bar Maguey”.
El bar estaba a medio llenar, muchos locales y un par de mesas de huéspedes. La selección musical era muy mala (karaoke), el volumen estaba muy alto (karaoke) y las interpretaciones eran pésimas (karaoke y malo). El chiste es que tras dos cervezas y alguna declinación a cantar me dí cuenta que el cantinero, un gordito muy amable y simpático estaba llevando solo el lugar. ¡¡Servía, limpiaba, recogía, ponía la música, cobraba y mantenía el orden (corrió a un par de borrachos malcopeando buscando ligar)!! Pero aquí viene el extra. Cuando nadie cantaba, para, claro: no descontinuar el hilo musical, él se aventaba al ruedo e iba para todos lados con charola y trapo en una mano, y micrófono inalámbrico en la otra. O sirviendo una cuba y cantando. No bailaba ni hacía coreografías, eso sí. Habría sido demasiado.
Aquí la foto del recuerdo:
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* Un Jeep se ardió, porque en la terracería subiendo a Cuatro Palos, lo rebasó un (super) Tsuru.
¡Eso es amor al trabajo, chingaos!…
Si alguna vez puedo regresar a Madrid, buscaré el lugar, suena interesante. Sin embargo, gracias a tus viajes ahora sabemos que no hay que bricar el charco para esto; Tel vez será más fácil y más pronto, ir a Jalpan no?
¡Qué rifado!
Qe buen blog. felicitaciones
Este hombre es un crack !!!
Gracias por el aporte !
Es uno e los mejores bares que visite cuando fui a Madrid
muy buenos dias acabo de enterarme de tu blog y la verdad es que me parece muy bueno no sabia de mas personas interesadas en estos temas, aqui tienes un nuevo lector que seguira visitandote abitualmente.
Me he reído un montón con el artículo, vaya personaje de camarero, un hombre para todo je je.