Rulfo y Borges se encontraron en la Ciudad de Mexico a principios de los 70’s, ese encuentro nos dejó esta verdadera joya. Me la encontré por primera vez en Apostillas Literarias hace algunos meses. De vez en cuando lo releo y no aguanté a pegarlo por acá.
La conversación tuvo lugar en cierto viaje que realizó Jorge Luis Borges en 1973 para recibir el premio Alfonso Reyes. Es impresionante cómo un diálogo entre amigos termina siendo una verdadera delicia, la selección tan precisa de palabras que acompañan al mutuo aprecio y admiración aquí evidentes.
Rulfo: Maestro, soy yo, Rulfo. Qué bueno que ya llegó. Usted sabe cómo lo estimamos y lo admiramos.
Borges: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver a un país1, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos “maestro”, dígame Jorge Luis.
Rulfo: Qué amable. Usted dígame entonces Juan.
Borges: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones.
Rulfo: No, eso sí que no. Juan, cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges.
Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?
Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
Borges: Entonces no le ha ido tan mal.
Rulfo: ¿Cómo así?
Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.
Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.
Borges: Le voy a confesar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.
Rulfo: Así ya me puedo morir en serio.
La transcripción del artículo (o lo que parece ser, que no he encontrado el original) completo “Rulfo y Borges. La inmortalidad y otras fatigas” aquí, tiene sólo unas líneas más, pero líneas que ameritan ser leídas.
—
1: Borges sufría ceguera progresiva, condición que se refleja en su obra lírica.
Sé que va a sonar extraño, pero lo que me pareció más curioso es que, aunque comienzan a hablarse por su nombre de pila, no dejan de usar el tono formal y hablar de usted.
La eterna pregunta de la inmortalidad, durante toda nuestra vida no paramos de quejarnos, y los días se nos hacen largos. Pero es cuando somos ancianos y tenemos experiencia cuando vemos la grandeza de vivier y la felicidad de estar.
Que filosófico me quedó 😀
Queda uno totalmente impresionado ante tanta belleza de diálogo ¿verdad?
Exacto, exacto, como si fuera un diálogo preparado tiempo atrás a conciencia y ensayado en conjunto durante algún tiempo para ejecutarlo a su debido tiempo. Que bueno, pensándolo bien, algo así estoy seguro que fue, aunque de una forma diferente a lo común y cada quien por su parte.
Saludos
gracias!
me gustó mucho : )
Es un diálogo maravilloso. Rulfo me parece espléndido, pero en conjunto el diálogo es pura literatura. Gracias por dejarlo conocer.
Saludos
Un diálogo entre entrañables amigos, aunque hubiera pasado mucho tiempo sin verse, sin oirse… un diálogo desde dentro.
Yo Merita
Amigo Rafael, ese tono respetuoso de “Usted”, es muy utilizado en hispanoameriaca.
Tenía mucho sin leer ese diálogo.
Sí, es grandioso.