Hace veinti-algunos años… (6 min read)

Cuando tenía 8 ó 9 años quería ser ingeniero mecánico.

Esta decisión llegó como consecuencia lógica de mis (literalmente) exlposivos fracasos como químico cuando en una cubeta mezclaba cualquier cantidad de sustancias que encontraba en la bodega y tras la prueba final (cerillazo) flamearme las pestañas más de un par de veces, y bueno, las de mis hermanos (o asistentes/conejillos de indias) otro par de pares de veces (nadie ingirió nada, de eso estoy seguro, por lo que posteriores achaques no me son imputables).

A decir verdad no me quedaba muy claro qué era o qué hacía un ingeniero mecánico (a la fecha siguen habiendo un par de “ramas” de la ingeniería que no me terminan de quedar claras). O bueno, lo tenía tan claro como un niño de 9 años puede tener clara cualquier cosa en la vida. Para mí, esa carrera consistía en traer un montón de herramientas en el cinturón y desarmar todo cuanto se encontrara uno en el camino, para luego, en el mejor de los casos, volver a armarlas. He de decir en honor a la verdad que hubieron algunos aparatos domésticos, como una licuadora o una buena cantidad de lámparas que no corrieron con la buena suerte de la segunda fase de mi proceso ingenieril, es decir, jamás volvieron ser armadas y menos a funcionar. De a tiro por viaje los fusibles de la casa se tenían que cambiar por algún corto circuito provocado por cables que insistían en estar juntos cuando no debían. También puedo hablar de una patrulla de control remoto descompuesta (reliquia familiar) que tras pasar por las expertas manos del ingeniero en ciernes volvió a patrullar por la sala de mi casa como nueva.

El chiste es que tras varios retos –según yo– superados –según mi mamá no–, empecé a buscar nuevos y más complejos aparatos para arreglar. La mayoría de éstos fueron rescatados a tiempo de mis expertas manos por mis papás, como una televisión que claramente no funcionaba pues no se veían algunos canales como el 1, el 3,… (1988, no existían esos canales), una tornamesa que además de no tocar los discos, los rayaba (no tenía aguja), una aspiradora nueva,… entre otros. Y fue así como en mis exploraciones, al fondo del armario de mi papá encontré el objeto ideal, un armatoste con muchos botones, rayas y numeritos. No terminaba de entender bien qué era lo que hacía pero me quedaba clarísimo que necesitaba una reparación y me aventuraría a decir que además: urgente. Sustraído cuidadosamente llevé el aparato a mi laboratorio y tras un minucioso estudio, logré desarmarlo sin tener que usar más fuerza que la que podía hacer con mis dedos, es decir, logré desarmarlo sin usar mis herramientas (que en realidad sólo eran un martillo y un desarmador de cruz, generalmente usados en conjunto).

Y allí fue cuando apareció mi papá.

Imaginar la escena desde su punto de vista hace a la fecha que me den escalofríos. Un escuincle de 9 años, que hacía sólo dos días había sido descubierto con las manos en las piezas de lo que había sido una tostadora de pan ya reducida a alambres y fierros amorfos, ahora con sus negras intenciones apuntando a su adorada Nikon F ya completamente desarmada. Pero para mi (incluso actual) sorpresa, todo devino de una forma que jamás imaginé.
– ¿Sabes qué es eso que estás desarmando?
Pude haber contestado con mi verdad y decir “¡Claro! ¿Qué no ves que es un motor superhidráulico de los que usa Superman para volar? Que además… está descompuesto.” Pero preferí, con cierta inesperada sensatez mentir.
– Mmmm… no.

Y aquí para mí, no todo, pero sí mucho cambió. Aunque me haya dado cuenta de ello muchos años después.
– Pues mira, esta es mi cámara. Con la que tomo las fotos que están colgadas en el pasillo.
– Entonces –medio desilusionado– ¿no es un motor? ¡Superman? ¿Cómo?
– No, no. Mira, vamos a hacer esto, si lo puedes volver a armar como estaba, te enseño a usarla… ¿Trato?
– ¡Trato!

Bajo su supervisión, sin usar mis herramientas, sin saber bien cómo le hice, logré armarla y dejarla completamente funcional de nuevo. Y a partir de entonces, tras aprender las nociones básicas de su funcionamiento, con un pequeño trámite de por medio (avisar) podía usar la cámara cuando quisiera.

Las enseñanzas de mi papá siempre terminaban en alguna aventura de las que mis amigos en la escuela no me creían. Pero aquí no parecía ser así. El proceso era largo entre el click, el revelado (de sólo 24 ó 36 fotografías), los rollos mal regresados y velados…

Lo que veintitantos años después terminé entendiendo fue que como todas las enseñanzas de mi papá, esta ha derivado en innumerables aventuras, las cuales la mayoría de las veces veces van mucho más allá de lo imaginable, que si no es por la misma fotografía, nadie me las creería (negocio redondo!).

Con sólo lo vivido a la fecha, no hay palabras suficientes para agradecer ese empujón.

Digo esto ahora, además de la historia, pues tras un par de ventas esporádicas (nunca buscadas), una editorial de publicaciones de viajes me ofreció incluir mi trabajo en sus publicaciones si presentaba una forma automática de venta/descarga de las fotografías además de un sistema de protección (sello de agua, por ejemplo), por lo me animé a abrir una galería digital con este fin por acá [edit Nov ’17]. El sitio sigue en construcción, por lo que (ahora y siempre) sus comentarios son más que bienvenidos.

Cabe mencionar que seguiré actualizando mi cuenta en flickr regularmente, pues como alguna vez alguien lo hizo notar: no soy fotógrafo, soy flickero. Ahora todo lo subo a mi cuenta de instagram.


NOTAS:
*: para mí la “o” entre números, así como “éste”, “sólo”,… se acentúan en casos concretos.
Post sin una sola mala palabra para que no me tachen de lépero, con mi cariño y agradecimiento además de lo obvio, a la madrina de mi hermana (pa’ que veas que sí me llegan los recados).


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16 thoughts on “Hace veinti-algunos años…”

  1. Compadre tremenda historia.
    Pensé que no la iba a leer entera pero sí lo hice. Y obviamente que hay palabras que se tildan a veces para denotar otro significado (por ejemplo sólo de solamente, éste en sustantivo o sí de afirmación). Si te critican por eso haz caso omiso ya que es pura y natural ignorancia.
    Te adjunto en mi nombre la página de mi banda nueva con colombiana. Acá pasaron muchas cosas desde que nos visitaste, como que estoy de novio con Natalia Gildemeister, como que las niñas en su casa tienen muebles y se enojan porque unas empedan más que otras, como que Phone Box se cambió a La Casa en el Aire porque María Colores se enojó con el flaco dueño del local y como que ya no hago sonido ahí porque me aburrí. Estoy viviendo en una cabaña en la montaña (ha nevado dos días pese a ser casi verano) con alberca y una hectárea de terreno para pachequear. Nata Serna canta de peloliso y nuestra banda se está moviendo más y más dentro de la escena (reducida) de Santiago. El sábado tocaremos en Onaciu (aquel barrio de locales que tanto te gustó) y a principio del próximo mes lanzaremos nuestro primer EP en Mala Vida, otro local vecino del barrio Loreto.
    Bueno Beco. Fue un gusto tenerte en estos lares. Espero veros otra vez en la vida. SUERTE
    Saludos desde Chilelandia.
    SF.

  2. Mi papá es ingeniero mecánico : )
    Arma y desarma y, aunque las cosas funcionan, no es raro que le sobren piezas. Armó la periquera de su nieta y le sobraron unas cuantas pijas, lo bueno es que la chamaca nunca se cayó. Bonito post. Será usté nomás flickero pero de los más buenos.

  3. Es impresionante la concordancia entre tu historia ingenieril y la mía, no tanto por las desarmadas, sino por como bifurca hacia la fotografía, aunque en mi caso, la cámara de mi padre se salvó de mis manos. Su Yashica pasó a ser nuestra cosa en común…
    Decía Richard Feynman que al arte debe tener un precio no tanto para hacerse (uno) millonario, sino para que la gente tome conciencia de lo que va a llevarse a casa y lo aprecie.
    Suerte con tu galería 🙂

  4. Muy buena historia, aunque por un momento pensé que estabas desarmando uno de esos aparatos llenos de mercurio y eso explicaría taaantas cosas, jajaja.
    Un abrazo.

  5. Padrísimo el relato, me encantó. Debo confesar que no pude evitar la piel de gallina y unas cuantas lágrimas por ahí…
    Es el mejor ejemplo de enseñanza de padre a hijo.
    GRAN manera de recuperar su cámara intacta, dejando que tú mismo la arreglaras (“terminar lo que empezaste” y “arreglar lo que descompusiste/deshiciste/desarmaste”) Sin que hubiera un sólo regaño y además, enseñándote lo que sería tu más grande pasión en la vida.
    Maravilloso papá que tienes!
    **Antes de terminar de leer esta mágica historia pensé: “Wow, primera vez que te leo sin una palabra altisonante”. BRAVO!!! (Aunque tu mamá se enoje, debo decir que aún cuando escribes con leperadas, te quedan padrísimas! eres de los cuates a quienes les queda decir groserías sin leerse corriente :P)

  6. Muy buena historia, yo ya no recuerdo lo que queria ser cuando era pequeño, pero si tengo bien claro lo que quiero hacer ahora jee, lo importante es ponernos metas y luchar por llegar a cumplir nuestros objetivos, saludos y exitos!

  7. B3CO,
    Me encanto el relato!!!También me encantó saber que los consejos que te da tu tía, la madrina de tu hermana los has seguido. Eso le da muchísima calidad a tus textos. Si a ti te gusta incluir palabras altisonantes, estás en tu legítimo derecho y no me hagas caso, yo de todas formas los voy a leer porque tienes un don maravilloso y siempre es muy interesante leer lo que escribes.
    Felicidades también por tus fotos. Te quiero

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