El bar de la esquina (3 min read)

Este mes ha sido uno de los más pesados de trabajo en varios años, y más que por la cantidad de trabajo es por lo frustrante que puede llegar a ser más de una semana si poder configurar un […] (nombre omitido por sanidad mental propia). Y entre la (impresionante cantidad de) chamba y algunos otros asuntos este blog lo he dejado bastante arrumbado y tristemente la cámara anda por los mismos pasos…

Por otro lado en la casa tenemos a dos de las inspiraciones humanas que tuvieron los de Marshall para hacer amplificadores que tronaran taaaaanto (aunque la inspiración para la fidelidad acústica fue por otro lado, seguro), por lo que la paz en casa es, al menos, difícil de conseguir. Ni se diga el concepto de “silencio” que es virtualmente imposible.

El chiste es que después de un largo día en la oficina, con sólo una escapada a comer con el jordi que se dejó ver por acá, venía caminando de regreso a la casa, cuando me di cuenta que no quería llegar a la casa, pero quería estar solo sin estar solo, por lo que la mejor (y única opción en este caso) era «el bar de la esquina».

El bar de la esquina lo descubrimos el día que encontramos el depa que queríamos rentar, cuando me llamaron diciendo “wey, ya encontramos El Depa, nos vemos en tal y tal pa’ que al menos lo veas por fuera”, nos vimos abajo y el primer lugar que encontramos fue éste. El lugar es un restaurante-bar-café, llega gente sólo por el café de la tarde y en 2 minutos está fuera, como llegan fiestas de cumpleaños de más de 30 personas a cenar.

Poco a poco nos fuimos haciendo clientes habituales (en realidad no fue poco a poco, sino de un día para otro, o incluso menos). Y pues entre tanta habitualidad nos hicimos buenos cuates del capitán-mesero-gerente-barman-contador-… que nos ha pichado chelas, cubas, hamburguesas, se le han perdido vasos de colección (casi un juego entero), me regala el periódico cuando no alcanzo a comprarlo los domingos de descanso y lo mejor: nos guarda una botellita de la H.H.H. Salsa Valentina y alguna lata de chipotles o jalapeños, que evidentemente son nuestros, no los ofrece a nadie más. Alguna vez incluso me ayudó a ganar una apuesta que era algo así como “a que no hay un restaurante en la ciudad que sirva tamales”, y gracias a él, la gané.

Sin ser un lugar muy autóctono aquí he terminado con casi cualquier persona que pasa de visita por la ciudad. Hay épocas que es más fácil encontrar a mis roomates allí que en la casa. Poco a poco he aceptado que es más mi sala que la misma sala de mi casa. Ahora entiendo el buen deseo de Sabina: que no te cierren el bar de la esquina, porque si lo cerraran, me partirían la madre, feo.


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7 thoughts on “El bar de la esquina”

  1. Pues a mi me sucede algo parecido con el café de la esquina, también me pasa de querer estar sola pero sin estarlo, o de no querer llegar a casa, o más bien, querer salir de ella. Entonces voy al café y también, tengo mis amigos de siempre.
    Saludos
    Que te sea leve el trabajo

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