… o internet todo lo sabe.
Hace un par de meses, una amiga me prestó un libro, “te lo lees en dos días, te va a encantar” me dijo. Dicho y hecho. Era la segunda parte de una novela autobiográfica, por lo que acabando le pedí la primera y en otro tanto lo terminé. Me encantó.
Ninguna de las historias de este personaje transcurre en alguna de las ciudades que yo he vivido (ni países), excepto una parte (tristemente corta pero intensa) que sucede en Madrid. Al terminar de leerlas, tuve que reorganizar los hechos cronológicamente en la cabeza (las había leido al revés), y después de todo, me quedo con el constante sabor de “este cabrón ha vivido lo mismo que yo“. Los mismos tropiezos, aspiraciones, un (sud)americano viviendo en Europa las inclemencias del país no-natal, los golpes a la distancia, el desequilibrio de la misma vida en sí, teniendo los principales sostenes lejos, casi inalcanzables o definitivamente perdidos.
Pues bien, me decidí a buscar al autor, al menos su email o alguna forma de contacto para, no sabía, al menos reclamarle que ha robado una buena parte de mi historia, ja!
El chiste es que durante unos días la búsqueda era completamente inútil, le escribí a un par de conocidos, una escritora mexicana, al funcionario de un gran complejo cultural conacional del autor y nada, ninguno pudo ayudarme. Entonces googlée.
Dos días de búsqueda, que tenía que repartir entre lo que tenía que terminar en la oficina, entre lo que tengo que leer (pronto platicaré esta otra historia) y buscar.
Buscando no sólo por el nombre, puesto, residencia, sino por propuestas, suposiciones, extrapolaciones. Y así fue como lo encontré. Estaba en lo que podría asemejarse a un rincón olvidado, inimaginado, en el barrio más alejado de la ciudad (el caché de google de una página holandesa borrada de una empresa asociada a su actual trabajo, un poco alejado de la literatura, por cierto: único resultado 1/1). Y allí estaban: el nombre y email. Touché.
Ahora, terminó el juego, el reto de encontrar a alguien que se escondió de todo intento de registro personal, alguien que permitió, porque así lo quiso, que fuera su obra la que hablara más por él y que él mismo.
Buscaré la forma más adecuada de reclamarle el robo de mi historia, proponiendo que en media cancha a manera de árbitro haya una botella de tequila (o aguardiente). Al fin sé que vive a no más de dos horas de avión.
Incluso, si llegamos a platicar, se creará otra similitud, cíclica, será él mismo lo que fue para él JG, el autoexiliado poeta Catalán.
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Este post es deliberadamente ambiguo. En su momento se puntualizará cada detalle.
Jajaja, sí pasa, yo acostumbro decir que google es mibiatch. Suerte con el tequila europeo!
.rob
aguardiente??? sudamericano??? eso es bastante sugestivo
Ok, entonces este comentario sera deliberadamente ambiguo… o no.
no pos sí… si al menos dijeras cómo se llama el autor te ayudábamos a buscarlo. como sea, hay búsquedas individuales… así que encuentrelo.
Eso se llama acoso y violación de la intimidad… si el hombre quería perderse, déjelo!… no mentiras, chévere que lo hayas encontrado… yo sugeriría Viejo de Caldas en vez de aguardiente 😉
Yo sólo una vez he intentado buscar a una persona con ansias de realmente encontrarla. Tuve que darme por vencido después de un par de semanas.
Todavía de vez en cuando intento, pero sólo con la búsqueda más obvia.
En verdad, qué chido que lo encontraste; y ojalá se emborrachen intercambiando historias. Cuando puedas ser menos ambiguo, aquí leeremos los detalles con gusto.
Deyavu? aunque no es un sueño??
muuy sakado de onda…
…pues ya, di quién es para poder dormir…
entiendo… ¬¬
mi beco, nomas no se me obsesione tanto. Tu historia me recordo a la peli esa “The number 23”. Ojalá que todo salga chido.
pero que onda, cual es el título del libro que me has dejado todo emocionado…. quiero leerlo